Estaba charrado un poco en el bar, cuando empecé a darme cuenta que empezaba a haber mucha gente, ya que el nivel de voz había subido considerablemente, hacía una mañana estupenda para ir a dar un paseo hasta las cuevas de las Chilandras. Así que tomé una alternativa al vermut y me compré un paquete de pipas para el camino, excelente elección.
Una vez más comprobé lo agradecido que es el campo y como nos premia despues de las últimas lluvias. llegué por el río hasta donde llamamos las cuevas de las Chilandras, donde pude comprobar, quizá el porqué del nombre, ya que no hay tales cuevas, pero en un día como este no había pájaro que no piara. Esa mezcla de sonidos, que siempre son de más intensidad allí, con el sonido del agua del río es algo que siempre recuerdas de este sitio. Algún día os cuento a fondo este paseo.
A la vuelta me topé con unas ovejas, todas con su piercing amarillo o naranja en la oreja, y casi llegando al pueblo me junté con el tio Valero:
>>Diálogos con el tio Valero